Por Max Barón

La migración, ya sea forzosa o voluntaria, siempre va a ser un concepto que no es ajeno para una familia judía. Desde el exilio de Am Israel hace más de 2.000 años hasta la fundación de un nuevo estado de Israel, nos hemos visto inmersos en procesos de cambio que han puesto en riesgo nuestra identidad comunitaria, y en muchos casos, nuestra existencia como pueblo. Así, dentro de nuestra historia, es difícil encontrar relatos que rememoren con afecto el exilio entre países, porque, a fin de cuentas, históricamente transitamos entre sociedades con diferentes formas y medios de discriminación hacia nosotros. En base a esto, la creación de Eretz Israel en el año 1948 marca un punto de quiebre dentro de nuestra historia y dota de nuevos atributos a los procesos migratorios.

Este hito, reduce las condiciones negativas que implica la movilización entre fronteras y reconstruye este concepto bajo características positivas ligadas a la seguridad que conlleva el retorno a nuestro antiguo hogar. Sumado a esto, el hecho de querer migrar ya no pasa solamente por influencias de terceros, sino que se plantea como una decisión personal para la continuidad y desarrollo de la vida judía en un entorno pacífico. En este sentido, poder visualizar como la identidad judía amparada bajo la seguridad de un estado influye en las decisiones que tomamos como pueblo, nos otorga a muchos un nuevo sentido de vida y nos abre las puertas a que, finalmente, podamos decidir bajo que condiciones queremos vivir nuestras vidas y ser artífices de nuestra existencia.

Desde que se estableció el Estado de Israel, Keren Hayesod conjuntamente con la Sojnut y el Gobierno, ha ayudado a más de tres millones y medio de judíos a emigrar a Israel y los números siguen aumentando. Según el Ministerio de Aliá e Integración, en lo que va del año la Aliá aumentó en un 128% con la llegada de 60.000 nuevos Olím y se espera que este numero llegue a 65.000 a finales del 2022. Los nuevos inmigrantes provienen principalmente de Rusia (47%), Ucrania (25%), EEUU (6%), Francia (4%) y Etiopía (2%). El 12% restante está compuesto por otros países en donde destaca Latinoamérica con Brasil y Argentina. Lo anterior, implica que en la actualidad Israel tenga una población de 9.593.000 habitantes, proyectándose un aumento por sobre los 10.000.000 para el año 2024.

Las cifras anteriores nos muestran que, ya sea por razones voluntarias o forzosas, cualquier judío que desee inmigrar a Israel va a poder hacerlo independiente de sus condiciones materiales. De igual manera, este incremento de la Aliá refleja que frente a las crisis ya no queremos experimentar más tránsitos entre estados que no nos otorguen una verdadera seguridad como pueblo. Sumado a esto, Israel es un país que siempre ha visto amenazada su existencia, pero a pesar de esto, sus habitantes siguen fuertes y en constante crecimiento. Pero en un sentido más profundo todo lo anterior viene a dar cuenta de que el futuro de Israel depende de la continuación de la aliá.

Así, para Keren Hayesod es prioridad de carácter nacional traer a cada judío, de cualquier parte del mundo, a Israel. El creciente antisemitismo y los distintos conflictos internacionales han provocado un aumento en la demanda por aliá y, en consecuencia, estamos ampliando nuestra infraestructura global para satisfacer este requerimiento. Pero esta es solo una pequeña parte de nuestro actuar. El primero paso, y el más fugaz, es trasladar a las personas a Eretz Israel, pero luego viene lo más difícil: asegurar las condiciones e infraestructura necesarias para la correcta absorción de los nuevos Olím Jadashím. Frente a este panorama, nuestra misión es permanente e interminable mientras existan judíos en el mundo que requieran de asilo, o bien, deseen vivir su judaísmo en paz.

Hemos apoyado el pasado de Israel y la comunidad judía por más de 100 años, pero ahora necesitamos asegurar su continuidad y futuro.

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